Especial empresas conscientes que trabajan por el cumplimiento de los ODS
Madeleine tiene, según sus vecinos, unas manos prodigiosas. Manos que desde su juventud han servido para moldear un oficio del que hoy se siente muy orgullosa: corta el cabello, tintura, depila cejas, corta bigotes, barbas y hace masajes corporales. También desde joven ha querido ser autónoma y para poder estar pendiente de su hijo y no tener que dejarlo al cuidado de extraños, decidió abandonar su trabajo precario en peluquerías y spas para montar una peluquería en la propia sala de su casa.
Cambiar el piso de su vivienda, comprar la primera silla para sentar a los clientes y obtener otras herramientas para atender mejor a sus clientes fue posible gracias al Banco W, quien confió en ella, le prestó dinero de un día para otro sin mayor papeleo pero sí con mucha confianza y desde ese primer momento facilitando recursos y enseñando a ahorrar le ha cambiado la vida a Madeleine, le ha enseñado el valor de la disciplina, de la constancia, de la planeación. Hoy sueña con que toda su casa pueda ser el spa más famoso del barrio y que ella pueda viajar y aprender más de cosmetología y de masajes terapéuticos. Las microfinanzas, una palabra de la que ella tiene claro su sentido y valor, ha servido para definir su ruta hacia la prosperidad.
El concepto de microcrédito surgió a inicio de los años 80 con el banco Grameen fundado en Bangladesh por el economista Muhammad Yunus. Su objetivo era apoyar con pequeños préstamos a personas con poca capacidad económica, sin historial de crédito y sin garantías y así reducir la pobreza en que estos se encontraban, incluso apoyando pequeños emprendimientos. Luego de muchos años algunos bancos tradicionales lo empezaron a introducir, pero su uso en el sistema tradicional sigue siendo tímido. Ya para 2012, el microcrédito es ampliamente utilizado en países en vías de desarrollo y se le reconoce como una herramienta potente para la reducción de la pobreza.
El Banco W nació como una fundación en 1980 para apoyar a mujeres cabeza de familia. La entidad acogió el modelo del Women´s World Banking, una red global cuya misión es ampliar los activos económicos, la participación y el poder de las mujeres de bajos ingresos y sus hogares, a través de los servicios financieros, el conocimiento y los mercados. Es así como la organización se ha consolidado en el área de microcrédito y microfinanzas. En 2011 se convirtió oficialmente en banco. Hoy emplea a más de 2200 empleados, tiene 143 oficinas en todo el país y su foco principal es la generación de ahorro.
“El ahorro genera mucho más impacto en la calidad de vida de las personas que incluso el mismo crédito”, explica Diana Lucía Fernández, Jefe de Comunicaciones y de Sostenibilidad del Banco W. Hoy, por ejemplo, abrir una cuenta de ahorro es gratis y para solicitar un crédito solo se requiere una fotocopia de la cédula y comprobar que se tiene un pequeño negocio. Y lo mejor en el círculo virtuoso del desarrollo: parte de la cuota del crédito se destina al ahorro.
“El objeto mismo de nuestro trabajo, por el tipo de público al va a dirigido, está enfocado en generar mayores oportunidades de crecimiento para las personas de menores ingresos. No nos gusta hablar de pobreza porque nos parece que esta es un asunto mental”, afirma Fernández, al evidenciar cómo el banco cumple con el Objetivo de Desarrollo Sostenible N° 1, el Fin de la Pobreza.
Ahora bien, el mayor reto de este tipo de entidades está en las calles y cada vez de una manera más inquietante. “Nuestro competidor no es la banca tradicional, son los prestamistas, el “gota a gota”, el “pago diario”, todas esas formas de préstamo informal que son ruinosas para las personas por los altos intereses. Ahí es necesario dar una batalla en favor de los más humildes.
Especial empresas conscientes que trabajan por el cumplimiento de los ODS
Madeleine tiene, según sus vecinos, unas manos prodigiosas. Manos que desde su juventud han servido para moldear un oficio del que hoy se siente muy orgullosa: corta el cabello, tintura, depila cejas, corta bigotes, barbas y hace masajes corporales. También desde joven ha querido ser autónoma y para poder estar pendiente de su hijo y no tener que dejarlo al cuidado de extraños, decidió abandonar su trabajo precario en peluquerías y spas para montar una peluquería en la propia sala de su casa.
Cambiar el piso de su vivienda, comprar la primera silla para sentar a los clientes y obtener otras herramientas para atender mejor a sus clientes fue posible gracias al Banco W, quien confió en ella, le prestó dinero de un día para otro sin mayor papeleo pero sí con mucha confianza y desde ese primer momento facilitando recursos y enseñando a ahorrar le ha cambiado la vida a Madeleine, le ha enseñado el valor de la disciplina, de la constancia, de la planeación. Hoy sueña con que toda su casa pueda ser el spa más famoso del barrio y que ella pueda viajar y aprender más de cosmetología y de masajes terapéuticos. Las microfinanzas, una palabra de la que ella tiene claro su sentido y valor, ha servido para definir su ruta hacia la prosperidad.
El concepto de microcrédito surgió a inicio de los años 80 con el banco Grameen fundado en Bangladesh por el economista Muhammad Yunus. Su objetivo era apoyar con pequeños préstamos a personas con poca capacidad económica, sin historial de crédito y sin garantías y así reducir la pobreza en que estos se encontraban, incluso apoyando pequeños emprendimientos. Luego de muchos años algunos bancos tradicionales lo empezaron a introducir, pero su uso en el sistema tradicional sigue siendo tímido. Ya para 2012, el microcrédito es ampliamente utilizado en países en vías de desarrollo y se le reconoce como una herramienta potente para la reducción de la pobreza.
El Banco W nació como una fundación en 1980 para apoyar a mujeres cabeza de familia. La entidad acogió el modelo del Women´s World Banking, una red global cuya misión es ampliar los activos económicos, la participación y el poder de las mujeres de bajos ingresos y sus hogares, a través de los servicios financieros, el conocimiento y los mercados. Es así como la organización se ha consolidado en el área de microcrédito y microfinanzas. En 2011 se convirtió oficialmente en banco. Hoy emplea a más de 2200 empleados, tiene 143 oficinas en todo el país y su foco principal es la generación de ahorro.
“El ahorro genera mucho más impacto en la calidad de vida de las personas que incluso el mismo crédito”, explica Diana Lucía Fernández, Jefe de Comunicaciones y de Sostenibilidad del Banco W. Hoy, por ejemplo, abrir una cuenta de ahorro es gratis y para solicitar un crédito solo se requiere una fotocopia de la cédula y comprobar que se tiene un pequeño negocio. Y lo mejor en el círculo virtuoso del desarrollo: parte de la cuota del crédito se destina al ahorro.
“El objeto mismo de nuestro trabajo, por el tipo de público al va a dirigido, está enfocado en generar mayores oportunidades de crecimiento para las personas de menores ingresos. No nos gusta hablar de pobreza porque nos parece que esta es un asunto mental”, afirma Fernández, al evidenciar cómo el banco cumple con el Objetivo de Desarrollo Sostenible N° 1, el Fin de la Pobreza.
Ahora bien, el mayor reto de este tipo de entidades está en las calles y cada vez de una manera más inquietante. “Nuestro competidor no es la banca tradicional, son los prestamistas, el “gota a gota”, el “pago diario”, todas esas formas de préstamo informal que son ruinosas para las personas por los altos intereses. Ahí es necesario dar una batalla en favor de los más humildes.