Nuestros Empresarios
Yo me fui de la casa a los nueve años, y honestamente no recuerdo por qué, así que tuve que rebuscarme. Fui andariego toda la vida, recorrí cada rincón de Colombia y de tanto andar, aprendí muchas cosas, muchos oficios.
He sido vendedor ambulante, he vendido mercancía, zapatos, de todo… hasta que un buen día me cansé de voltear y por el amor que les tengo a mi madre y a mi hijo, decidí regresar a Tuluá y asentarme.
Me levanto a las tres de la mañana con todo el positivismo del mundo, dejo las cosas listas en el hogar y salgo para la galería a hacer mi rutina. Ya son cuatro años que llevo trabajando así. Cargo mi carreta con fruta de la mejor calidad, recorro entre doce y quince kilómetros diarios las calles de Tuluá y procuro tener en mente que me va a ir muy bien con la venta.
Como en cualquier negocio, hay días buenos, malos y regulares, pero siempre mantengo contento porque estoy con mi familia, ahorrando para cubrir mis préstamos y con la idea de que el mañana siempre va a ser mejor.
Nuestros Empresarios
Yo me fui de la casa a los nueve años, y honestamente no recuerdo por qué, así que tuve que rebuscarme. Fui andariego toda la vida, recorrí cada rincón de Colombia y de tanto andar, aprendí muchas cosas, muchos oficios.
He sido vendedor ambulante, he vendido mercancía, zapatos, de todo… hasta que un buen día me cansé de voltear y por el amor que les tengo a mi madre y a mi hijo, decidí regresar a Tuluá y asentarme.
Me levanto a las tres de la mañana con todo el positivismo del mundo, dejo las cosas listas en el hogar y salgo para la galería a hacer mi rutina. Ya son cuatro años que llevo trabajando así. Cargo mi carreta con fruta de la mejor calidad, recorro entre doce y quince kilómetros diarios las calles de Tuluá y procuro tener en mente que me va a ir muy bien con la venta.
Como en cualquier negocio, hay días buenos, malos y regulares, pero siempre mantengo contento porque estoy con mi familia, ahorrando para cubrir mis préstamos y con la idea de que el mañana siempre va a ser mejor.